El bolsonarismo está en alerta, mientras que la carrera hacia 2026 ya ha comenzado.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, escucha el discurso del presidente estadounidense, Donald Trump en la 80.ª Asamblea General de las Naciones Unidas.
(Desde San Pablo) Según muchos analistas, esta semana ha comenzado simbólicamente en Brasil la campaña electoral para las presidenciales de 2026, gracias a una serie de giros inesperados que han reescrito la crónica de los últimos meses. El más llamativo ha sido el relativo a las relaciones entre Donald Trump y Luiz Inácio Lula da Silva, bloqueadas desde hace tiempo en un punto muerto sin salida. A pesar de que ninguno de los dos logró evitar las críticas mutuas ni siquiera durante sus discursos oficiales en el marco de la 80.ª Asamblea General de las Naciones Unidas, bastó un encuentro de menos de un minuto entre ambos entre bastidores para cambiar repentinamente las cartas sobre la mesa. De repente, Trump dijo de Lula que, a pesar de que solo habían hablado durante 20 segundos, “me pareció un hombre muy simpático, nos abrazamos, hay una química excelente. Le caí bien, él me cayó bien. Y yo solo hago negocios con personas que me caen bien”, concluyó. Sus palabras llegaron menos de 24 horas después de las sanciones de su Gobierno en nombre de la ley Magnitsky contra Viviane Berci de Moraes, esposa de Alexandre de Moraes, el juez ponente del proceso contra Bolsonaro en el Tribunal Supremo Federal (STF), también sancionado por Washington en agosto por “violar los derechos humanos” de Bolsonaro y las Big Tech. Según las autoridades estadounidenses, la esposa de Moraes, también abogada, estaría vinculada a una empresa familiar que se benefició de las acciones atribuidas al ministro del STF.
El presidente de Brasil también celebró ayer desde Nueva York en una conferencia de prensa el fugaz encuentro con su homólogo estadounidense. “Me alegré de que se desencadenara una ‘química’ entre nosotros”, dijo Lula, anunciando que quería fijar una reunión ‘lo antes posible’ con Trump para superar cualquier malentendido entre los dos países. “Tuve la satisfacción de conocerlo. Lo que parecía imposible se ha hecho posible”, agregó Lula, subrayando la importancia de fortalecer las relaciones con Washington. “Tenemos muchos intereses industriales y tecnológicos en común y es necesario llevar adelante una agenda positiva”, dijo, expresando optimismo para un diálogo directo en el futuro sin límites, salvo que “la soberanía de Brasil no está en discusión, ni con el presidente de Estados Unidos ni con ningún otro jefe de Estado”.
“La buena química entre las personas ayuda a las relaciones entre los dos países”, comentó el vicepresidente de Brasil, Geraldo Alckmin, que también es ministro de Desarrollo, Industria, Comercio y Servicios, al margen de un evento en Río de Janeiro. Sin embargo, Alckmin también reiteró que los aranceles del 50% son “injustificables”. Por el contrario, los asesores más cercanos a Lula se muestran cautelosos y temen que se repita una situación como la que se produjo en el Despacho Oval cuando Trump humilló el pasado mes de febrero al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. “Es positivo que haya una reunión, pero hay que ver cómo se desarrollan los acontecimientos”, comentó Celso Amorim, asesor especial de Lula para política exterior.
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